Veo en tí, Perú,
la gente cuya sangre
vio nacer el sol mil veces.
La gente de la piel morena,
quemada por el sol insistente
y majadero;
ese sol que no perdona
a los cuerpos que se doblan
ante la fuerza del látigo.
Tampoco habrá perdón
para aquellos que dobleguen
la dignidad de los pueblos.
Veo en tí, Perú,
el rostro de tu sierra
con andina melodía
y revolución ayacuchana.
Huanta, la heróica,
regó con sangre
la virtud de sus derechos,
y el pueblo es un cóndor
que derriba al toro sanguinario.
Así lo inmortaliza Arguedas
en el pecho de Andahuaylas,
tierra de chankas luchadores.
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