12 marzo, 2011

Luche y Cochayuyo

Mis ojos apenas podían ver la copucha de la gente. Después me taparon con papeles.
Recuerdo que pronto me dormí, y cuando desperté me encontré de cara con los gusanos me comían a mordiscos largos como ellos.
Traté de moverme para quitármelos de encima, mas parece que los encajonados no tenemos derecho a la venganza. Los miré y empecé a hablarles.

-No me coman.
-Este trozo está podrido -dijo Luche.
-Como a ti te gustan -dijo Cochayuyo.

Comencé a reír a borbotones; la risa salía como la sangre cuando me dieron las tres píldoras.
Les hablé de una parte de mí que estaba bien, según me habían dicho en vida, sin parar de sangrar la risa de los muertos.
Se contagiaron de mi humor y se retorcieron sobre mi carne. Me dieron palmadas amistosas en la espalda y nos hicimos amigos.

-¡Qué buen chiste, Pinina!

Desde entonces no hay infierno.


(Inspirado en "Entre luche y cochayuyo", de Roberto Parra)

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