23 junio, 2009

América en Latina

América entra en su tina llena de agua y espuma; se queda quieta, los ojos cerrados. Así es como América se olvida del mundo.
El agua se mete en cada rincón de su figura. Es como si encima de ella hubiera un hombre besando cada centímetro de piel; un hombre moreno igual que ella, ardiente igual que ella; y de ella sólo queda la cara morena, hermosa, porque todo lo demás está bajo el baño de espuma que preparó con dream’s bubbles.
A su lado hay un envase de shampoo entreabierto. Lo aprieta y se echa un poco del líquido espeso en la palma de la mano, sintiendo el contacto frío y resbaloso que luego va a parar a su pelo. 
Los dedos de América son gruesos y morenos. Los dedos de América tocan la cabeza de América y le quitan la tierra que era de ella, lo único que realmente era de ella.
América recuerda que tiene un televisor en su baño. Lo enciende y mira como si la realidad estuviera en otro lugar, lejos. América disfruta, mientras el agua le quita la tierra.

09 abril, 2009

Secuencia Mortuoria en Seis Movimientos para piano, guitarra eléctrica y orquesta .

1.- Ultimas Palabras. Andante triste.

Casi olvido recordar las últimas palabras del viejo. Me miró como si fuera su último minuto de vida – y lo era–.
Casi olvido recordar su expresión. Dolor y alegría eran lo mismo: no existía diferencia. Pobre viejo.
Casi olvido recordar las últimas palabras del viejo. Me las dijo con total pesadumbre, apretando las sábanas, con los restos de fuerza del alma que se apronta para el último viaje.
Pero no hizo las maletas. No se puso su gorro de pescador ni vistió la camisa floreada. Pobre viejo: era su último viaje y casi olvido recordarlo.


2.- Mañana nunca lo supe. Moderato misterioso.



Entró en mi habitación y me saludó. Yo no entendí: estaba durmiendo antes de que viniera con la luz del pasillo.
Se quedó parada, mirándome fijamente. No decía palabra alguna y no acerté a cuestionarla; así estuvimos un buen rato y llegué a pensar que se había muerto frente a mí, pero dijo algo ininteligible, y luego:
- ¿Mañana?
- Mañana – respondí por inercia, aunque no conocía esa mujer que me hablaba.
Mañana nunca lo supe.


3.- Los muertos también quieren llorar. Moderato desgarrador.

Quisiera poder verlos con mis ojos vacíos, mi rostro pálido y mi cuerpo esquelético; me gustaría saber qué hacen, y si me recuerdan un día distinto al de mi muerte. A veces pienso que todo lo que lloran cuando vienen a verme –y en realidad no me ven– es de lágrimas acumuladas en ojos que no dan abasto. ¿Lloran por mí o lloran por los problemas que no pueden solucionar? ¿Lloran por mí o por lo que yo les daba y que ya no tienen? En cualquier caso lloren sin complejos, que yo daría todo para que mis ojos pudieran llorar.


4.- Conversación con dos gusanos. Allegro risueño y festivo.


- Este tipo está podrido – dijo el gusano grande.
- Como a ti te gustan – le recordó el gusano pequeño.
Yo los escuchaba mientras hablaban acerca de qué trozo comerían primero, y de sus opiniones respecto a mi sabor. De vez en cuando me pedían algún consejo y yo les recomendaba una parte de mi cuerpo que seguramente estaba bien, entonces reíamos y nos dábamos palmadas amistosas en la espalda.


5.- Dos flores por año . Andante ácido.


Mírame aquí sentado sobre mis huesos
pensando que la muerte cabe en un baúl
creyendo que la vida vale dos flores por año,
y mis vecinos gritando por el cielo ya negado
para los que creían que la vida valía dos flores por año.
Porque mis vecinos
creían que la muerte cabía en un baúl,
y pensaban en flores,
que no venían al caso.

Y en vida pensaron en sombras,
y en muerte miraron las sombras,
y luego no vieron nada:
estaban sumidos en sombras,
en negras figuras que engañan y corrompen,
que ocultan las babas de los gusanos,
que esconden los huesos de los mortales,
y duermen las criptas en sopores eternos
de pobres y ricos, de tiranos y santos.

A la cresta los sarcófagos,
y qué importan los vecinos,
y qué importan las flores.
Lo único que importa es que estoy aquí,
sentado sobre mis huesos en la tumba de los ilusos,
en el lecho de los perpetuos
que lloraron hasta secar sus ojos
cuando la vida valía algo más que dos flores.

Una flor para el difunto,
un recuerdo de la vida,
una lágrima con pétalos,
que ríe y llora mientras se marchita,
sobre la tierra que cubre los más antiguos hedores,
apagando los gritos que revientan los cráneos.



6.- Discurso Fúnebre. Moderato solemne/ Allegretto cómico/ Moderato triste

Bajo esta piedra duerme el eterno soñador, hablando con la muerte, contándole al olvido que la vida se le fue.
Hoy, lloran su muerte porque no volverán a verlo, pero ignoran que él se retuerce en risas dentro de su tumba. Se burla, sí, se burla de las lágrimas que malgastan vuestros ojos; él les diría que lloren por el mundo y por los que nacen para destruirlo, y no por los que se marchan para dejar de corromperlo.
En este preciso instante, lo más probable es que les esté contando a los gusanos acerca de ustedes –de cada uno–, detallando vuestras cualidades y defectos, poniendo especial énfasis en explicar el grado de afinidad que tienen con los limones. Entonces, los gusanos pensarán que les está tomando el pelo, y para defender su orgullo le comerán la carne, dejando el esqueleto. Pero antes jugarán una partida de ajedrez y luego sacudirán los baúles de la muerte con música y cantos de jolgorio.
En los próximos años despertará un día y se quedará sentado sobre sus huesos, pensando que la vida es corta, maldiciendo la fugacidad del tiempo de los Hombres. Y hablará solo; y reirá solo. Llorará solo.
Cada año vendrá alguien a dejar flores que apestan y a rezar infinitas oraciones que, por repetición, terminarán enloqueciendo su poca cordura. ¡No las quiso en vida y se las traen para agobiarlo en el lecho de los perpetuos! Pensará que así es la muerte y seguirá sentado sobre los huesos que en vida le pertenecieron, extrañando caminar, cavilando sobre la importancia de las sombras; preguntándose dónde está Dios.
Llegará el instante en que conocerá a Einstein, Julio César, Jimmi Hendrix, Hitler, Nietzsche, Stalin, Lutero, Saint-Sänz, Juana de Arco y tantos otros, santos y tiranos. Todos se reunirán y harán una gran fiesta para reírse del cielo y del infierno; será una fiesta que durará años, e incluso los ángeles bajarán a bailar y saltar en un pie equilibrando una escoba en la nariz. Porque la muerte nos iguala.
Cuando acabe la parranda, cada uno volverá a sus tumbas para seguir durmiendo el sueño eterno de la muerte. Sin embargo él no dormirá; intentará llorar, pero será imposible, porque llega un momento en que los difuntos ya no pueden hacerlo; intentará morir para acabar el sufrimiento, pero pronto caerá en la cuenta de que no se puede dejar de vivir cuando no se vive. Ahí es donde comenzará a sentirse solo, sin amor entre los brazos, sin libros ni guitarra, sin palabras en su boca: sólo un par de flores que apestan y el recuerdo en los mortales, con sus frágiles memorias.