26 febrero, 2010

Décimas para un alma viajera

Tengo una maleta abierta;
quisiera guardar mis sueños,
salvarlos de los venenos
que la realidad inyecta;
dejando esta vida muerta,
quisiera viajar tan lejos,
lograr mis anhelos viejos;
quemar en tierras y mares
mis culpas, penas y males;
mas lloro el amor que dejo.

Oscura es la vida envuelta
con mantas de hipocresía;
mentira es la poesía;
cerrada quedó la puerta,
dejando esta vida muerta;
ver mi cara en un espejo,
ver cómo me pongo viejo,
y pa' que tenga sentido,
me arranco en un tren de olvido;
mas lloro el amor que dejo.

De qué sirve ser humano,
cuando armas tu propia reja,
y el alma ya ni se queja,
cuando la mata el desgano;
y nadie le da una mano,
ya todos tienen su encierro,
perdidos sin luz ni fuego
en las tinieblas del mundo,
tan lejos ya de su rumbo;
haré mi maleta luego.

23 febrero, 2010

La fiesta vieja

Salí de la carpa y sentí el viento helado que suspira a todas horas sobre las tierras pre cordilleranas. Tenía ganas de escribir, así que me senté sobre una piedra con un cuaderno y un lápiz en la mano; mas no logré plasmar ninguna idea sobre el papel.
Me levanté y caminé hacia el rio, con la esperanza de encontrar un poco de inspiración entre la naturaleza milenaria. Ahí conocí a un viejo árbol .
Entablamos conversación inmediatamente, y me contó una historia de tiempos antiguos. Me dijo que cerrara los ojos y, cuando lo hice, en mi mente aparecieron imágenes que daban vida a lo que el árbol decía.
Cuando abrí los ojos me puse a escribir las décimas que dejo a continuación:


Escucho cantar el río
el bosque ya armó su fiesta
los zorros con su revuelta
se han olvidáo del frío;
ya no hay pájaro en su nido,
hoy todos se desvelaron
los pumas se desataron
bailando toda la noche;
guitarra, fogata y boche
de tiempos que ya pasaron

La fiesta fue larga iñora
duró no sé cuánto tiempo
y tengo conocimiento
de lo que le 'igo ahora
porque yo he visto la historia
que los árboles me muestran
cuando todos ya se acuestan
la magia se hace presente
y veo el pasado ausente
que los chaguales me cuentan