El sueño fue un grito constante
que al nacer en la mañana del mundo
me encontró de golpe
con el eco de la angustia interminable.
Santiago era absurdo:
las calles vacíos hormigueros,
las multitudes más desiertas,
los ruidos más ausentes.
El silencio ineludible propiciando este vacío.
Caso omiso a la mirada de la rosa,
¡Hoy no existes más que en libros y canciones!
No hay en vida rosa alegre, rosa rosa,
así como en mi pecho nada vive,
pues se han muerto los canarios que cantaban
en tu nombre.
Son ahora podredumbre en los rincones
de mi cuerpo.
Los últimos resabios de la sangre amante
se arrancaron por mis ojos al morir la tarde,
y en mi boca se ha secado el beso
que guardaba para darte.
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